Los padres apelan emocionalmente a los hijos, desequilibrando la balanza en el dar y recibir ya que los hijos viven desde el juicio, los critican, rechazan, viven a la defensiva o en el reclamo, lo que no permite integrar realmente a los padres en nosotros y muchas veces hasta tomando su lugar, así, al tomar consciencia, les damos un lugar en nuestro corazón honrándolos en su destino, recuperando el orden y el equilibrio.
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